lunes, octubre 31, 2005

¡el deporte más veloz!

Los dos nos acercamos a la mesa, paleta en mano, tensa la red y la mirada, naranja la pelota, pelotita, silencioso el padre, veterano, desafiante el hijo, parloteando.
y de repente... , doblar las rodillas, fijar la vista, soltar la muñeca y entrar en el nirvana del pong, del juego de azar más veloz del mundo, en el pleno vértigo de estar plasmando el daguerrotipo de la velocidad... ¡disfrútelo en familia! (dice la mesa) y yo lo haré: jugaré con papá, ah ja já, ya verá ya verá, el polvo morderá.
y la bola comienza a rebotar, ping pong, ping pong, todo tal cual, de tal papá total azar...
pah!, tomá pa, ¡pah!-¡pah!, tomá tomá papá... ¡ved el duelo ancestral! ¡estacazos de violencia, olímpicamente encubierta! y hay que matar al padre, ¿no, sigmund? matarlo a paletazos, a pelotazos, una para aquí, otra con slice, ¡smash! tomá viejito, ja ja ja.
y una voz adentro mío -ping- "pero esto no está bien" -pong- "tu revés tu revés no está bien" - ying- "si te viene para el revés" -yang- "ahí, ahí te viene al revés!" , y ping ying, y pong yang, se me está quemando el parietal
el padre oriental, el hijo accidental...

nunca pienses, oh mortal, no lo intentes jamás... mientras luches al ping pong, en todo desafío de karate-pong, no intentes pensar en cosas, en tu contrincante, en tu padre y su cadera, en cuándo compraron la mesa, en la chica que te espera... no, imprudente langostino, no lo intentes jamás...

lo cierto es que al final el viejo me recagó, me ganó los tres partidos y yo resoplando: ¿deporte ésto? traé la pleisteiyon...

domingo, octubre 23, 2005

buscando el batero interior

a veces me imagino a Los Días como un collar de perlas larguísimo, pero en algún lugar cerrado sobre sí mismo. algunas de esas veces pienso que si están juntas, una al lado de la otra, esas perlas deberían tener algún tipo de sentido, por lo menos estético, algún tipo de armonía entre ellas. no digo que sean todas iguales, pero sí que, por lo menos, se combinen entre sí de algún modo un poco satisfactorio. pero no. termino dándome cuenta que una perlita y la que le sigue, un día y el siguiente, poco tienen que ver entre sí. como tener un collar en que hay una perla al lado de un santo al lado de un colmillo al lado de un chicle masticado...

la hilación de los días me hace creer, al repetirse sus nombres lunes lunes martes martes miércoles miércoles, que toda la cosa podría llegar a tener un sentido, que lo que hago un lunes al quinto lunes lo hago mejor, que si me cuesta levantarme un martes bueno, el martes que le sigue me será más fácil... que si hablo con un batero el jueves, al otro jueves como mucho me responderá...

del mismo modo me gustaría que si -tomando ahora La Semana- un lunes lo arranco contento, y no sólo eso sino que el martes me encuentro bastante aproximadamente feliz, bueno, me gustaría que el miércoles se dejara guiar por la lógica y continuara el ascenso de euforia, o por lo menos que lo disminuya progresivamente, pero no que de repente todas-las-esperanzas-de-levantar-cabeza-o-al-menos-de-conseguir-un-puto-batero parezcan perdidas...

pero no. nada -o poco- de esto sucede así. la hilación de los días se vuelve una ilusión, un espejismo, una baratija. nada tiene que ver el viernes como secuela de jueves. lo que se hace un domingo no es ni ahí la segunda parte de las cosas comenzadas el sábado. si quisiera realmente diferenciarlos -para romper esta mentira, para quebrar ese collar infame- debería llamar a cada día con un nombre distinto. Así, vendría domingo: lunes. al lunes lo seguiría el martes, a éste el miércoles, jueves, viernes, sábado, domingu. lunesco, marta, miérdoles, jueces, liendres, sándalo, rolingo. tunes, zarpes, juégoles, nueces, mientes, zápalo... batero.

batero... batero... batero...

domingo, octubre 09, 2005

domingo de perros

El perro de mis viejos canta. Eso aseguran ellos. Canta cuando alguien toca el piano. Si tocamos notas agudas, se estira para llegar. Si se toca más grave, emite borbotones sonoros a lo kevin iojansen.

El perro de un tío mío entiende el concepto "domingo". Esos días de la semana se queda en la puerta de la casa, mirando para la calle, esperando que lleguen las visitas.

El perro de la hermana de mi novia entiende el concepto "después". Cuando le niegan salir a pasear pero le prometen que "después" sí lo hará, se queda tranquilo y confía plenamente en la persona que lo llevará a mear arbolitos por ahí.

El perro de la señora de mi hermano -atención a esta- reconoce otros animales en la televisión. Sí. No es que mira televisión. La mira como mira cualquier otra cosa, pero cuando en la tele aparece un perro, un gato o un burro (especialmente) para las orejas y gruñe. Incluso con las películas de animación (odia al burro de Shrek).

No está generalizada para nada la reacción de los perros ante los espejos, según me estuve enterando. Una buena mayoría no se inmuta al ver reflejada su imagen en ellos. Otra buena parte, sí, pero se pegan un susto que los deja un poco mal parados. ¿Existe el perro que no sólo reconozca la imagen en el espejo, sino que además tenga conciencia de que es su propia imagen, que ese que está ahí es también él? Bueno: el perro de un vecino de mi abuela no sólo se reconoce, sino que de tanto en tanto se arregla el flequillito cuando se ve.

El perro de mi abuelo "entiende todo". Sí. "Es tan inteligente". Incluso entiende más que mi abuelo, que está siempre medio en las nubes. Y él últimamente no se quiere ir de viaje (lo invitan de España) porque cuando vuelve su perro lo mira mal.

Y un poco de música, por si alguien no conoce esta banda, o no tiene cerquita el CD. Ponganlá, por ejemplo, para adquirir ciertas fuerzas si hay que ponerse a cocinar algo. Todo es posible. Bueno, todo menos lograr un buen, hermético repulgue. Vean al queso chorrear, mezclándose con la canción... "Sleep the Clock Around", por Belle & Sebastian.

sábado, octubre 08, 2005

otro groso

DIRECTOR: ¡Usted!
HRUNDI: ¿Yo?
DIRECTOR: ¡Sí, usted! ¡está despedido! ¡fuera del set! ¡se terminó su carrera! ¡me encargaré de que nunca más vuelva a aparecer en una película, jamás!
...
HRUNDI: Señor, ¿eso incluye televisión?

(The Party, Blake Edwards, 1968)